Hoy vamos a hablar sobre los bioindicadores ambientales.
Vamos a empezar a definir el término indicador; según la Real Academia de la Lengua, indicador significa que indica o sirve para indicar. Gracias, RAE. Yo me quedo un poco igual, así que vamos a buscar la definición de indicar; nos encontramos con las siguientes definiciones:
- tr. Mostrar o significar algo con indicios y señales.
- tr. Decir algo.
Para el tema que hemos escogido hoy, pues, un bioindicador ambiental nos mostará, o dirá, algo sobre la calidad de un ambiente concreto.
Un bioindicador, entonces, es una especie (o conjunto de especies) que poseen requerimientos particulares con relación a uno o a un conjunto de variables (físicas o químicas), tal que los cambios de presencia/ausencia, número, morfología o de conducta de esa especie en particular, indiquen que las variables físicas o químicas consideradas, se encuentran cerca de sus límites de tolerancia. Es decir, que un bioindicador es aquel cuyas respuestas biológicas son observadas frente a una perturbación ecológica y están referidos como organismos o sistemas biológicos que sirven para evaluar variaciones en la calidad ambiental.
Los bioindicadores de contaminación, valoran la calidad del ecosistema a través de información que es recogida en el agua, en la atmósfera o en el suelo, y permiten identificar, dentro de un marco de calidad preestablecido, el nivel de deterioro ambiental.
Características de las especies bioindicadoras:
- Sensibles a su medio.
- Abundantes.
- Visibles.
- Fáciles de identificar.
Para seleccionar y analizar una especie bioindicadora, se debe conocer a fondo su ecología, modo de vida y tener una amplia distribución geográfica, así como se debe poder diferenciar entre los ciclos naturales y aquellos producidos por culpa de activades humanas.
Hay muchos tipos de bioindicadores ambientales, y seguro que muchos habréis oído hablar de las abejas como indicadores ambientales, o los líquenes.
Hoy os traemos un ejemplo menos conocido: bioindicadores ambientales para evaluar la calidad de las aguas de Menorca.
El Observatori Socioambiental de Menorca (OBSAM) está evaluando la calidad ambiental del agua de las calas de Menorca a partir de la abundancia y diversidad de las algas del género Cystoseira.
Un equipo de biólogas del OBSAM está recogiendo datos de campo. Está previsto muestrear un total de 103 calas alrededor de toda la isla donde se tomará nota de las diferentes especies de Cystoseira presentes, así como de su abundancia.
Estas algas son muy sensibles a las perturbaciones de origen antrópico -principalmente a la contaminación- y se consideran buenas indicadoras de la calidad del agua.
Las algas del género Cystoseira están englobadas dentro de las llamadas popularmente algas marrones. Presentan una morfología bastante compleja con diferentes partes que recuerdan el aspecto de un pequeño árbol, por eso, también se habla de bosques de Cystoseira.
Durante los últimos veranos han ido apareciendo -cada vez con mayor frecuencia- noticias sobre la proliferación de microalgas (ya hablamos de estas proliferaciones en otro post aquí) que tiñen de verde el agua de algunas calas de la isla, deteriorando su imagen y provocando, en ocasiones, su cierre al baño.
España es un país que vive del turismo, así que encontrar el equilibrio entre turismo y medioambiente es una asignatura pendiente, y muy importante. Las Islas Baleares sufren una presión turística importante, lo cual implica un aumento tanto en el volumen de aguas residuales que se abocan en el mar, como en la presión directa que pueden ejercer los usuarios de las playas. La masificación puede afectar el sistema natural y con esto provocar consecuencias negativas para el propio motor económico, el turismo. Con este estudio se pretende discernir si esta masificación, además de otras posibles perturbaciones, ha afectado la calidad del entorno natural de las calas de la isla. Y para ello se utilizarán estas algas como bioindicadores ambientales de la calidad de las aguas de las playas.
¡Buen comienzo de semana!